Oraciones católicas básicas

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La oración es el diálogo con Dios. Con ella escuchamos su voz y elevamos nuestras súplicas, agradecimientos o pedidos de perdón. Aprender a orar es lo más necesario para la vida espiritual del cristiano. Por eso te ofrecemos aquí las oraciones católicas básicas, para que tengas en un solo lugar las oraciones más importantes que debes conocer para aprender a orar.

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Índice()

    Señal de la Cruz

    En el nombre del Padre
    y del Hijo
    y del Espíritu Santo. Amén.

    Gloria al Padre

    Gloria al Padre
    y al Hijo
    y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio,
    ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Padre nuestro

    Padre nuestro que estás en el cielo,
    santificado sea tu Nombre;
    venga a nosotros tu Reino;
    hágase tu voluntad
    en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy
    nuestro pan de cada día;
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos
    a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en la tentación,
    y líbranos del mal. Amén.

    Ave María

    Dios te salve, María,
    llena eres de gracia;
    el Señor es contigo.
    Bendita Tú eres
    entre todas las mujeres,
    y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
    Santa María, Madre de Dios,
    ruega por nosotros, pecadores,
    ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

    Ángel de Dios

    Ángel de Dios,
    que eres mi custodio,
    pues la bondad divina
    me ha encomendado a ti,
    ilumíname, guárdame, defiéndeme
    y gobiérname.
    Amén.

    El eterno reposo

    Dale Señor el descanso eterno.
    Brille para él la luz perpetua.
    Descanse en paz. Amén

     

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    Ángelus

    • El ángel del Señor anunció a María.
    • Y concibió
      por obra y gracia del Espíritu Santo.

    Dios te salve, María...

     

    • He aquí la esclava del Señor.
    • Hágase en mí según tu palabra.

    Dios te salve, María...

     

    • Y el Verbo de Dios se hizo carne.
    • Y habitó entre nosotros.

    Dios te salve, María...

     

    • Ruega por nosotros,
      Santa Madre de Dios,
    • Para que seamos dignos de alcanzar
      las promesas de Jesucristo.

    Oremos

    Infunde, Señor,
    tu gracia en nuestras almas,
    para que, los que hemos conocido,
    por el anuncio del Ángel,
    la Encarnación de tu Hijo Jesucristo,
    lleguemos por los Méritos de su Pasión y su Cruz, a la gloria de la Resurrección.
    Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

    Gloria al Padre...

    Regina Caeli (en tiempo pascual)

    • Reina del cielo alégrate; aleluya.
    • Porque el Señor a quien has merecido llevar;
      aleluya.
    • Ha resucitado según su palabra;
      aleluya.
    • Ruega al Señor por nosotros;
      aleluya.
    • Gózate y alégrate, Virgen María;
      aleluya.
    • Porque verdaderamente ha resucitado el Señor;
      aleluya.

    Oremos

    Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
    has llenado el mundo de alegría,
    concédenos, por intercesión de su Madre,
    la Virgen María,
    llegar a alcanzar los gozos eterno.
    Por nuestro Señor Jesucristo.
    Amén.

    Salve Regina

    Dios te salve, Reina
    y Madre de misericordia,
    vida, dulzura y esperanza nuestra;
    Dios te salve.
    A ti llamamos
    los desterrados hijos de Eva;
    a ti suspiramos, gimiendo y llorando
    en este valle de lágrimas.
    Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
    vuelve a nosotros esos tus ojos
    misericordiosos;
    y después de este destierro,
    muéstranos a Jesús,
    fruto bendito de tu vientre.

    ¡Oh, clementísima, oh piadosa,
    oh dulce Virgen María!

    Magníficat

    Proclama mi alma
    la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios,
    mi salvador;
    porque ha mirado la humillación
    de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán
    todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho
    obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    Él hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de la misericordia
    –como lo había prometido a nuestros padres–
    en favor de Abrahán
    y su descendencia por siempre.

    Gloria al Padre, y al Hijo,
    y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio,
    ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Bajo tu amparo

    Bajo tu amparo nos acogemos,
    Santa Madre de Dios;
    no deseches las súplicas
    que te dirigimos
    en nuestras necesidades;
    antes bien, líbranos siempre
    de todo peligro,
    ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!

    Benedictus

    Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado
    y redimido a su pueblo,
    suscitándonos una fuerza
    de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho
    desde antiguo
    por boca de sus santos Profetas.

    Es la salvación que nos libra
    de nuestros enemigos
    y de la mano de todos
    los que nos odian;
    realizando la misericordia
    que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró
    a nuestro padre Abrahán.

    Para concedernos que,
    libres de temor,
    arrancados de la mano
    de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.

    Y a ti, niño,
    te llamarán profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.

    Por la entrañable misericordia
    de nuestro Dios,
    nos visitará el sol
    que nace de lo alto,
    para iluminar
    a los que viven en tinieblas
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.

    Gloria al Padre, y al Hijo,
    y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio,
    ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Acordaos

    Acordaos,
    oh piadosísima Virgen María,
    que jamás se ha oído decir
    que ninguno de los que han acudido
    a tu protección,
    implorando tu asistencia
    y reclamando tu socorro,
    haya sido abandonado de ti.
    Animado con esta confianza,
    a ti también acudo, oh Madre,
    Virgen de las vírgenes,
    y aunque gimiendo
    bajo el peso de mis pecados,
    me atrevo a comparecer
    ante tu presencia soberana.
    No deseches mis humildes súplicas,
    oh Madre del Verbo divino,
    antes bien, escúchalas
    y acógelas benignamente. Amén

     

     

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